“En la Escuela de Cadetes les pegan con una tabla que dice Derechos Humanos”: Fuerte denuncia del padre de una aspirante a policía

“Imaginate vos, Daniel, que se mete a algo que realmente le gustaba y de repente adentro es un mundo totalmente diferente”, dice el padre de una joven aspirante a oficial que pidió la baja tras sufrir una serie de abusos físicos y psicológicos en la Escuela de Cadetes. Su testimonio, en diálogo con el periodista Daniel Murillo, es anónimo, pero no por eso menos contundente: “Esto lo hago anónimo porque es una mafia. Una mafia de la puta madre”.
La joven tenía un buen desempeño académico en la carrera de Higiene y Seguridad cuando decidió seguir su vocación y anotarse en la fuerza. A los pocos días, su padre recibió un llamado: la habían “accidentado”. “Me presenté y me mandan al IMAC. Me encuentro con muchísimos cadetes todos destruidos, con golpes, dislocaciones de hombro. Una locura. Uno venía del interior con las rodillas fracturadas. Ya sabía que no podía volver”.
Los relatos que su hija fue logrando compartir, con miedo, describen prácticas de castigo sistemático. “Los sacaban al patio a la medianoche, bajo la lluvia, a cantar. Hacían ejercicios extremos, los obligaban a desayunar parados, los descomponían con las flexiones. Si pedían ir a la enfermería, se lo negaban. A las chicas les prohibían ir al baño. Muchas se fueron con infecciones urinarias”.
El padre también denunció el uso de un objeto que resume la contradicción de fondo: “Tienen dos maderas lustraditas cuya leyenda dice ‘Derechos Humanos’. Con eso los golpean. A los de segundo año los hacen colgar como monos y les pegan con eso en las piernas, en la espalda”. Y agregó: “Con razón después salen oficiales violentos. Así los forman”.
La decisión de pedir la baja tampoco fue libre. “Cuando vos pedís la baja, tenés que poner un motivo. Pero ellos no te dejan escribir la verdad. Te dan un modelo. No podés poner que te quebraron la rodilla o te pegaron con una tabla. Te hacen firmar un formulario que los protege a ellos”, denunció.
Hoy su hija está en tratamiento psicológico y físico. “La tengo media tarada, Daniel, te digo la verdad. Pero tengo que seguirla, tengo que acompañarla”, dice. Y deja una advertencia para otros padres: “Si me preguntás si recomiendo mandar un hijo a la fuerza, te digo que no. Porque algún día vas y lo retirás envuelto en una manta blanca. Y ahí adentro nadie se hace responsable. Nadie dice nada”.